Llamada

Que la mejor manera de vivir

es desconfiar,

es saber que todo

te defraudará.

 

Que entre tú

y tus demonios

se reparte el castigo,

que ni yo conmigo,

soy capaz de tratar.

 

Y con cada día pasado

más acuno este buzón

lleno de fracturas,

escucho esa voz

con eco de dulzura,

de frecuencia creciente,

la llamada del vacío,

susurros al final de mi mente.

 

 

El iluso

Aunque se que desaparecí

de todos tus pensamientos,

me rebozo en cada resto

que susurra

tu regreso.

 

Aunque problemente

nunca exista, me alimento

de este imperecedero brebaje

que susurra las sonrisas

que me traes desde tu primera vista.

 

Donde pude esconder

mis miedos con tu brisa,

donde quise huir

hasta donde me llevaras,

con esos diamantes de miel

marcando cada paso.

 

¿Dónde perder la esperanza,

de sumirme entre tus brazos?

De sentirme en tu cuello roncando

mientras te rodeo con mis manos,

de perder toda la tarde

viendo películas de argumentos malos,

de verte sin maquillaje

y ver desnudo el arte.

Mantos de marzo

Ver llegar tus lunares 

salpicando tu falda,

tu sonrisa abanicando

la prestura de tu risa.

 

Acunando el alba,

siguiendo tus pasos,

pies que trastabillean

al ritmo de unos perdidos

en tu gramola.

 

Sonidos como tu risa

que veneren el tosco suspiro

que se queda,

ente extraño que en tu luz

Me marchita.

 

Sueño 

despertarme en mis errores,

juntar como luceros

este blanco y gris que 

tu silencio me graba.

 

Perderme en cada mundo

edicto en cada rama,

con tus panales de adviento,

con mi cara 

hundida en tu pecho.

El trago de Oz

Sigo el camino,

monos voladores,

soy espantapájaros

de hojalata,

la caída de cruces

que sobrevuelan tu espalda.

 

Con este insomnio que se apega

al sentir del silencio,

me hago uno con la almohada

por si se come mis sueños,

que estrellan tu cara,

tu sonrisa en mis adentros.

 

Me coseré con el hilo,

fino brote de oro,

cada herida, masticando en vilo,

tu corto pelo de plata,

los designios de tu añoro,

mis luces que se apagan.

El hombre pez

Giro ciento ochenta grados,

el horizonte sigue ahí,

qué sentido tiene  buscar

la sombra que nunca está.

 

Me arrancaré las escamas,

dejaré de ser pez.

 

Dejaré mis valores en la barra

para quien quiera recogerlos,

me cansa llevar camino

de zarzas, estrechos,

me refugio en mis sueños

donde tu ser real,

se difumina de la realidad

y me escurro perdido en tu cuerpo

como si hubiese otra oportunidad .

 

 

 

El centro

Otro giro a la izquierda

me deslumbra el brillo azafranado

de las paredes.

Fósil que destierra

el recuerdo fugaz de tus labios

de tus dejes.

Memorias muertas que me llevan

al centro de este laberinto

de subir al Teide.

Llegaré

y con sumo cuidado guardaré

en una caja las brujas y los demonios

que saben de mi fin

ordenaré con cuidado

los versos que te di

y una vez acabado

¿Cómo salir de aquí?

Tirito

Es un agosto helado

con este frío, tanto frío,

parece ya costumbre

de hielo, tirito.

 

De no saber diferenciar

si tus besos salen

de la orilla del mar

o de mis sueños, tirito.

 

Que roto siempre estuve

y mis expectativas huyen,

soy nieve sin lugar

me derrito,

costas del mal

que necesito.

Hormigonera

Vuelvo a intentar rozar el horizonte,

de nuevo, tan cercano,

me perderé entre los montes

de mi pensamiento,

oculto entre célebres aluminios

que me alejen de la realidad,

ojos de estúpido vidrio

al ver tu vestido,

blanco y rojo, marchar,

tan rápido como cuando

la escalera fue tobogán,

como cuando te seguí como un loco

para poder asegurar,

que te acordarías de mi al día siguiente,

como te acordaste,

como te olvidarás.

 

Luces perdidas

¿Cómo dejar de soñarte?

si me encuentro perdido

con el frío de tu silencio,

si mis sábanas preguntan por ti.

 

Si he perdido el estandarte,

si lo único que he querido

era comerte a besos,

si tu cepillo aún pregunta por ti.

 

Si tu sombra, que oscurece

este amanecer

sigue siendo la luz

que marca este derruido camino.

Orillas de añoro

Echo de menos todo,

desde tu cara parpadeando

intermitente,

hasta el final imposible de tus ojos,

Venus corriendo por mi mente,

con tu pelo corto

piscina en la que ahogarme,

con tus delirios, celestes entes,

que me arrastran a tu orilla

llena de promesas rotas

donde busco encontrar cristales

con los que reconstruir tu flota.